El Perdón
Lo que los obreros transculturales deben saber sobre el perdón
Ronald L. Koteskey
GO International
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Ellos eran tus compañeros de trabajo, obreros transculturales igual que tú, tus amigos más cercanos. Durante los últimos seis meses oraron contigo mientras tú desarrollabas un plan para alcanzar a las personas de tu ciudad. El plan fue exitoso y superó incluso tus sueños más alocados. Pero ahora tus “amigos” están por publicar un libro que habla de tu plan ¡y se están adjudicando la autoría!
Obviamente te alegra que el plan tuviera éxito en alcanzar a las personas pero ¿cómo pudieron tus “amigos” hacerte algo así? ¿Será que podrás alguna vez perdonarlos? Incluso si los perdonaras, ¿podrías olvidar lo que sucedió o volver a confiar realmente en ellos?
Consideremos a continuación algunas de estas preguntas.
¿Cómo pudieron hacer algo así?
Que alguien que amas te lastime es inevitable. A veces las personas que te lastiman lo hacen intencionalmente, lo planifican cuidadosamente y luego ejecutan su plan. Otras veces lo hacen sin previsión. La mayoría de las veces no intentan lastimarte y ni siquiera saben que lo han hecho. El Antiguo Testamento distingue claramente entre los pecados intencionales y los no intencionales.
El que tu hermano o hermana se vuelva en tu contra es algo tan antiguo como la raza humana misma. Así lo demuestra la historia de Caín y Abel en Génesis 4. Hechos como estos ocurrieron repetidamente en el libro de Génesis y un ejemplo de ello lo vemos en la vida de José y sus hermanos, quienes primero planearon matarlo, pero luego decidieron venderlo como esclavo. ¿Cómo pudieron hacer algo así?
A veces eres tú mismo el que se sorprende de tu proceder. Pablo, uno de los primeros obreros transculturales, escribió acerca de esto en Romanos 7. Simplemente no podía entender por qué hacía lo que hacía. Él no hacía las cosas que quería hacer pero sí hacía las que odiaba. En otras palabras Pablo estaba diciendo: "¿Cómo pude hacer algo así?"
¿Qué pasa si no puedo perdonar?
Cuando hacemos la Oración del Señor, el Padrenuestro, le pedimos a Dios que nos perdone así como nosotros perdonamos a los demás. Después de esa oración en Mateo 6, Jesús dijo que si nosotros perdonamos a las personas que pecan contra nosotros él nos perdonará. Sin embargo, si no perdonamos a otros él no nos perdonará. Jesús ilustró esto en Mateo 18 con la Parábola del Siervo Despiadado, cuando Pedro le preguntó con qué frecuencia era necesario perdonar. El que no perdonó fue quien resultó no perdonado.
La meta siempre es el perdón pero el tiempo necesario para alcanzar esa meta puede ser muy diferente para diferentes ofensas y para diferentes personas. Debes tener cuidado de no apresurarte a ofrecer un perdón prematuro y superficial en el que sólo dices: “Te perdono”, pero realmente aún sigues ofendido y en contra de la otra persona. En general, cuanto más grave es la ofensa más tiempo toma perdonar genuinamente. Si alguien “toma prestado” un plato de uso diario sin pedirlo prestado realmente y lo rompe pueden perdonarle rápidamente. Pero si el plato era una reliquia familiar atesorada el perdón puede tomar más tiempo. Si la ofensa fue haber sido sexualmente abusado siendo niño o adolescente, el perdón puede tomar años o décadas. No debemos apresurarnos a perdonar prematuramente.
Las personas a menudo citan el evidente perdón que José le otorgó a sus hermanos, en el último capítulo de Génesis, como un ejemplo de cómo deberíamos perdonar. Recuerda que pasaron más de 20 años, desde el momento que ocurrió la ofensa, para que José volviera a ver a sus hermanos nuevamente y la primera vez que los vio (Génesis 42) se hizo pasar por un extraño y les habló con dureza. Cuando se encontraron por segunda vez entonces sí estuvo listo para comenzar a lidiar con el tema del perdón.
¿Qué pasa si no puedo olvidar?
Probablemente nunca lo olvidarás. Perdonar no significa que ya no recuerdas más el incidente. Algunas personas dicen que debemos “perdonar y olvidar”. Otras citan Jeremías 31:34 y Hebreos 10:17 para señalar que Dios perdona y olvida.
Por supuesto, esto no significa que Dios, literalmente, ya no puede recordar que los eventos sí sucedieron. Si ese fuera el caso Dios ya no sería Omnisciente. Él todavía sabe que el pecado ocurrió pero ya no se lo echa en cara a la persona. No es que Él desarrolla amnesia sino que nunca volverá a mencionar ese pecado.
El que la memoria no vuelva constantemente al momento de la ofensa, como una vez lo hacía, puede ser el resultado del perdón pero no es el medio del perdón. El perdón significa literalmente “renunciar” o “regalar”. El diccionario lo define como “renunciar al resentimiento que se tiene contra” alguien. Perdonar a alguien te libera de ser consumido por el resentimiento a causa de la ofensa pero no borra el recuerdo. Es posible que necesites ese recuerdo para evitar futuros abusos que pretenda cometer en tu contra una persona contumaz. Dios no borra nuestros recuerdos pero los redime, a fin de que podamos continuar con nuestras vidas.
José señaló que sus hermanos habían intentado hacerle daño pero que Dios usó esa situación para bien. Él no había olvidado lo sucedido hacía 40 años pero ya no cargaba consigo el resentimiento ni quería castigarlos (Génesis 50).
¿Qué pasa si ya no me agradan quienes me lastimaron?
Es posible que nunca te agraden nuevamente las personas que te lastimaron tan profundamente. El perdón y la reconciliación son dos cosas diferentes. Perdonar significa que renuncias a tu resentimiento y a tu deseo de castigar a la otra persona, no que necesariamente se conviertan en mejores amigos.
Puede que digas: “¿Y no se supone que Dios quiere que amemos a todas las personas?" Por supuesto que sí. Ese es el mandato que encierran las palabras “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Pero el tipo de amor sobre el cual se pueden dar órdenes es el amor ágape. Es ese tipo de amor en el que decides comprometerte con los mejores intereses de la otra persona. Y este no significa necesariamente que sean buenos amigos (phileo). Desafortunadamente, el idioma castellano no tiene palabras adecuadas para expresar el significado de estas palabras griegas por lo que usamos la palabra “amor” para ambas.
Dios te ordena que te comprometas con los mejores intereses de todas las personas no que seas el mejor amigo de todos. Después de algún tiempo, puede que te agrade la persona y se conviertan en buenos amigos pero no siempre será así. Fíjate que José fue amable con sus hermanos, los tranquilizó, les dijo que no tuvieran miedo y que proveería para ellos y para sus hijos. José no dijo que ellos eran sus mejores amigos y claramente favoreció a Benjamín sobre los demás, los que lo vendieron como esclavo.
Aunque puede que no seas el mejor amigo de quienes te lastimaron todavía puedes trabajar de manera efectiva con ellos. Estar dispuesto a perdonar a los demás te beneficia a ti tanto como a ellos. Te libera de cargar con ese resentimiento para que puedas hacer el trabajo que Dios te pide.
¿Y si no piden perdón?
Esta es una situación difícil. Es complicado tratar de llegar a un acuerdo con alguien que no está dispuesto a aceptar la responsabilidad de que sus acciones te ofendieron o lastimaron. Cuando esto ocurre es normal sentirnos tentados a volvernos resentidos.
Desafortunadamente, sobrellevar el resentimiento y la amargura es una carga muy pesada y esa carga recae sobre ti, no sobre quien te ofendió. Puede ser que estés llevando una carga de este tipo y que esté relacionada con alguien a quien nunca volverás a ver; esa persona puede incluso estar muerta. Estar dispuesto a perdonar, estar abierto a perdonar cuando el otro se arrepienta o perdonar en tu corazón delante de Dios, incluso si no puedes mirar a la cara a la otra persona, te libera de la carga.
Por lo tanto, otorgar el perdón o dejar el juicio final en manos de Dios es a menudo más bien para tu propio beneficio que el de aquellos a quienes perdonas. José perdonó a sus hermanos a pesar de que no se lo pidieron. De ese modo, se liberó de la carga y pudo seguir adelante con su vida. Si continúas llevando esa carga le estás otorgando al ofensor el poder para que siga haciéndote sentir miserable y limite tu efectividad.
¿Por qué es tan difícil pedir perdón?
El problema básico suele ser el orgullo. Tienes que admitir que has hecho algo incorrecto y eso es muy difícil de hacer. A muchas personas les resulta mucho más fácil simplemente barrer el asunto debajo de la alfombra y decir que la ofensa realmente no importa mucho pero sí importa. Hasta que se pida perdón algo queda flotando que obstaculiza cualquier relación.
Como se mudan tan seguido, a algunos obreros transculturales les resulta más fácil simplemente irse, pensando que la ofensa será olvidada. Pero no es así. El asunto seguirá interponiéndose en la relación cada vez que se reúnan nuevamente. Pedir, dar y recibir perdón son partes especialmente importantes de la despedida al salir del campo para regresar a casa.
¿Por qué a veces es tan difícil aceptar el perdón?
Esto también a menudo tiene sus raíces en el orgullo. Es común sentir que debemos hacer algo para ganarnos el perdón. Perdonar a otros va en contra de nuestro concepto de justicia en el que las personas deben sufrir por el daño que han hecho. Perdonar a los demás no es algo que nace naturalmente en los seres humanos. Sin embargo, Dios perdona a todo el que se lo pide porque Cristo pagó la deuda a través de su sufrimiento en la cruz. La Biblia dice claramente que el perdón es por gracia, a través de la fe, e incluso eso es un regalo que Dios nos da. Aunque podemos arrepentirnos y restituir el daño nunca podremos ganarnos el perdón, solo aceptarlo.
En Génesis 50 vemos que los hermanos de José realmente no habían aceptado su perdón a pesar que habían transcurrido 17 años desde el momento en que José se los otorgó. Todavía cargaban con sentimientos de culpa y temor por una ofensa que ya había sido perdonada. Ellos habían pedido algo (perdón) que les había sido otorgado hacía casi dos décadas.
¿Y qué si no me perdonan?
Puede que tú pidas perdón pero la otra parte no te lo conceda. Esta también es una situación difícil. En ese caso debes pedir perdón genuinamente, restituir la falta lo más que puedas y continuar demostrando actos consistentes con tu arrepentimiento. Si las otras personas aún no te conceden el perdón has hecho todo lo que estaba a tu alcance. La carga está ahora en sus hombros. Puede que sigas sintiendo algo de esa carga pero Dios no te hace responsable.
Visite el siguiente sitio web para acceder a otros folletos de esta serie: http://crossculturalworkers.com/
Sobre el Autor
Ron y Bonnie Koteskey son consultores de atención para miembros de Go International.
Han brindado atención a miembros para misioneros desde 1997.